Mittwoch, 3. Dezember 2008

Encuentro con Van Gogh (Viena)










Hola a todos:

no sé si a vosotros también os pasa, pero yo cada vwez que voy a un exposición me sorprendo por la fuerza del impacto que tienen los cuadros sobre mi a través de un canal tan poco desarrollado en mi (el visual, sen entiende). El egecto se acrecienta, si cabe, cuando la expoici´n es monográfica, va dedicada a un autor, en este caso Van Gogh.

Cuando leí hace tres mess en mi periódico alemán que jnatrían en Viena 50 de us cuadros mñás conocidos y unos noventa dibujos suyos no me lo pensé ni medio segundo. Compré los billets (los más baratos que había), busqué n alojamiento y ahora estoy aquí.

Seimpre había sentido cierta simpatía por este pintor tan poco entendido en su tiempo, pero también curiosidad. Lo de cortatrse la oreja llama mucho la atención, y también ese estilo tan peculiar que se gasta con sus pinceladas (esas arqueadas y un tantyo alargadas que se alinean n ondas paralelas o en espirales). Además, mi contacto cin él viene de lejos: en primaria nos mandaron copiar un dibujo suyo (desde entnces recuerdo su nombre), y el último fue en verano de 006 en el ermitage de San Petersburgo. recuerdo todavía el comentario de la audioguía ante un cuadro de sus últimos días: decñia la mujer que la apariencia apacible del objeto dibujado (una casa en un pasiaje) apenas podía coular lo agresivo de los trazos y que el conjunto se antojaba premonitorio de lo que sucedería varios días después. Probablemente se trataba de un comentario arbitrario, como muchos, pero a mi me llamó la atención y quizá fue también por él que decidí venir aquí.

Desde hoy mi simpatía y mi respeto por van Gogh son mayores. De veras el buen hombre lo
intentó todo: para sobrevivir: quiso ser profesor y lo dejó por tímido y quizá por antiosical, probó hacerse pároco para consoloar desde su fe a las gentes del pueblo, incluso se hizo a la idea de ser vendedor de cuadros para ir tirando y sólo como última salida (a Dios gracias) decidió hacerse pintor a los 27 .

Sus cuadros (sobre todo los de la pimera etapa, en los que mustra escenas de campesinos y tejedores que trabajan a destajo) constituyen una bella traslación al plano artístico de su aprecio por la gente llana y lo duro de su trabajo. Las escenas del campo (son muchísimas en su obra) dan prueba de su inemnsa soledad, muchas veces querida, algunas quizá dolorosa. La manera a la vez atrevida y poco espectacular (al menos no pretendía serlo) de mostrar los cambios de su tiempo resulta simplemente genial (un cable de elctricidad por aquí, un edificio de ciudad moderna por allá). Pero sobre todo la sucesión de distintos estilos, con sus paletas cromáticas y sus técnicas, su agresividad en un momento y la búsqueda de paz interior en el siguiente, da una impresión fidedigna y conmovedora de su vida interior.

Lo que me más me conmovió fueron los cuadros de su última época. En ellos pinta la residencia de Auvers (el último lufar en el que vivió antes de suicidarse), al principio desde dentro (no le dejaban salir por miedo a que se hiciera daño). Las ventanas por las que entra luz y las puertas abiertas sugieren la existencia de un mundo exterior al que Van Gogh no poía acceder y son símbolos del anhelo. Luego los jardines, los árboles de la residencia, el recreo en motivos pequeños, que eran los únicos que tenía al alcance. También alguna que otra escena campestre hacia el final, pero pocas. Uno se imagina cómo en esas últimas semanas pintaba casi como un obsso, pintaba para luchar contra sí mismo, contra su propia locura sin que de mucho le siviera. La pintura de este período es, de veras, muy agresiva si uno mira bin. Y si uno mira ien en muchos momentos le da por llorar.






No pretendo, aunque lo parezca, dar una charla sobre van Gogh y su obra cuyo valor estético y significado no puedo calibrar siquiera mínimamente. Sólo me sorprendo, y lo comparto con vosotros, de que cuadors puedan decir tanto. Hoy he estado tres horas viendo muchos, he tarado tres horas y meida en recorresr las cinco salas de la exposición, y me he sentido muy cerca a ese homre que vivió hace algún tiempo ya. Comprendí su locura, percibí su amor al prójimo y pude acompañarle en su miedo, su temor, su pánico. Por eso me conmoví.

En realidad, no ha sido nada sustancialmente distinto a escuhar una bunea pieza de música clásaica. Sólo que yo había olvidado ya lo que uno puede sentir también a través de sus ojos.



Un abrazo a todos,

P

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