Sonntag, 30. November 2008

Deliciosa melancolía


Hola a todos:


espero que todo vaya bien. Yo sigo aquí, en Alemania, y desde que volví de Israel voy viendo como llega el invierno y poco a poco nos embute a todos en su manto.
Ayer, por ejemplo, iba en tren a la ciudad de mi madre y me dormí a medio viaje de lo cansado que estaba (el tren salía a las ocho). Cuando me desperté de mi cabezada, eché un vistazo por la ventana y vi con sorpersa que el paisaje a mi alrededor estaba tupido de un apacible blanco sobre el que seguían cayendo suavemente nuevos copos.
La estampa era preciosa y me causó alegría sobre todo por lo inesperado de su presencia. Ver un paisaje así transmite una paz, una tranquilidad y una sensación de quietud y armonía que en España no se conoce tanto como aquí. Es la cara más ambale del invierno, la que invita a buscar un sitio con calor, a estar allí con gente querida, gente que habla en voz baja y en un tono pausado (nada de guirgais como en España) y a mirar por la ventana para buscar la paz.
El invierno, en cualquier caso, tabién tiene sus partes más difíciles (me resisto a llamarlas negativas): por ejemplo, la brevedad de los días. Cuando los días son más cortos tenemos luz sólo hasta las tres y media y después es ya de noche. Al verlo la primera vez, hace ya dos años, pensé: y ahora ¿qué se supone que tnego que hacer? ¿Irme a dormir? No, se supone que no. Uno Intenta hacer cosas, auqnue el uerpo realentiza su ritmo, aunque todo se para, e inteta resistir y exprimirle a las hora que aún quedan el máximo posible (suele ser poco).
Luego está el problema de la luz.... La mayoría de los días son nublados, con lo cual uno ve el mundo de color gris. La gente, cuando se han sucedido varios días así, está susceptible, irritada, toma el color que lo impregna todo y empapa en él su carácter. Es una especie de malestar colectivo que se percibe en todas partes.
Y los días en los que se ve el sol, la luz que nos llega tampoco es plenamente luminosa. Los rayos carn por aquí en un ángulo bastante diagonal y hacen que todos los objetos parezcan pintados en clores pastel. Es bonito, en cieto modo, pero hay que esforzarse mucho para que la vista y también el entendimiento no dejen escapar ese cromatismo siquiera leve, un espectro de colores reducido casi a su más mínima expresión que, sin embargo, nuestra mente neceista para huir de una sensación de irrealidad demasiado pronunciada e inquietante.
He aprendido, durante los últimos años, que esto te cambia el carácter. Te hace más melancólico, acrecienta la tristeza y la pesadumbre. La solución está, en cualquier caso, más en la resignación que en la rebeldía. De poco sirve luchar contra la evidencia de que a menos sol, menos hormonas de felicidad. Es más productivo hacer lo que los alemanes: acomodarse en la calma y en la quietud, escuchar música de esa que apacigua tormentos y percibir esa sebsación casi de etsar dorgado como algo positivo, como un anhelo de la luz que, con absoluta certeza, volverá.
Eso es lo que estoy haciendo esta noche. Aquí el link con la canción de hoy que me han enviado mmis amigos israelíes (Ofer y Eran, los de la noche maravillosa :-) ) y que me ayuda a no desesperarme del todo.
Es difiícil a ratos, de veras, pero también tiene algo infinitamente bonito e incluso dignificante esta deliciosa melancolía.
Un abrazo a todos,
P


1 Kommentar:

Marian Paiva hat gesagt…

exacto! es lo que yo empiezo a aprender aqui::: de ese letargo necesario que viene del frio tambien se aprende mucho de uno mismo::: a veces necesita uno del silencio para recuperar el latido del corazon por encima de gritos y estridencias::: que a veces vienen de fuera:::o a veces vienen de dentro::: enhorabuena pablito por esta terapeutica; sana y honesta_ como todo tu_ de arraigarte en los otros a traves de la web! eres fantastico!
te quiero a mares;

marian